Abstract
Cuando Miguel Angel Sierra, editor de Anales de Química, me ofreció escribir un artículo que diera una visión personal de la química que me tocó vivir, estaba ya retirado en Tenerife y ejerciendo de abuelo. Agradecí su oferta. Considero que, quizás entre los lectores de An. Quím., haya colegas y amigos a quienes les pueda ser útil leer reflexiones de protagonistas jubilados sobre lo que fueron sus carreras profesionales. Esta es mi oportunidad y la asumo con la mayor responsabilidad. Espero y deseo que los lectores más jóvenes encuentren en este artículo valores quizás ya olvidados por la comunidad científica y, sin embargo, esenciales para subsistir en la soledad de los laboratorios. Lo contenido en el escrito es una visión muy personal, sin ánimo alguno de polemizar o de influir, de la ciencia sobre la que me ha tocado reflexionar.